1973




 El 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe militar, Jara fue apresado y conducido al Estadio Chile junto a las 600 personas que permanecían en la Universidad Técnica del Estado. En la improvisada prisión fue reconocido, separado del resto de detenidos y torturado vilmente durante cuatro días hasta la muerte. Mostrando una crueldad y un ensañamiento desmedidos, inhumanos, sus captores lo mataron descargando 44 disparos en su cuerpo. Sus restos fueron encontrados días después tirados entre unos matorrales próximos al Cementerio Metropolitano. Él, que representaba (y representa) como pocos la honradez, el compromiso y la esperanza en un mundo más justo, fue asesinado por unos cobardes incapaces de ver que su sadismo no podría jamás acallar el canto del poeta.

 

 Manifiesto, de Víctor Jara, tema publicado de forma póstuma al que las balas no pudieron matar, toda una declaración de intenciones para iniciar el año: 

Yo no canto por cantarni por tener buena voz

canto porque la guitarra

tiene sentido y razón

Tiene corazón de tierra

y alas de palomita 

es como el agua bendita

santigua glorias y penas.

Aquí se encajó mi canto

como dijera Violeta

guitarra trabajadora

con olor a primavera.

Que no es guitarra de ricos

ni cosa que se parezca

mi canto es de los andamios

para alcanzar las estrellas,

que el canto tiene sentido

cuando palpita en las venas

del que morirá cantando

las verdades verdaderas,

no las lisonjas fugaces

ni las famas extranjeras

sino el canto de una lonja

hasta el fondo de la tierra.

Ahí donde llega todo

y donde todo comienza

canto que ha sido valiente

siempre será canción nueva”.

 

 

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