1992







JULIO

1.

Comienza el trabajo nuevo: Emisorista en la Base de Las Mestas (Cáceres).

Sara y Aurora están en Cilleros, en pueblo de la Sierra de Gata.  

El trabajo en Las Hurdes durará hasta el último día de septiembre.
Monto una tienda de campaña en  Riomalo de Abajo, en la orilla de un arroyo, en el terrero de un bar restaurante. Les pido permiso y me dicen que sin ningún problema. Monto la tienda, que ahí quedará, y que muy poco usaré. Cierto día, después de días sin verla, acudí y estaba toda la tela por el suelo, desmontada y ondeando al aire. 
Cuando llego a la base, encuentro un panorama difícil y divertido. Un retén de unos doce obreros contraincendios, con su maya de tela fuerte amarilla, su casco y la mochila cargada de agua a la espalda de la que sale un fuelle y una manguerita rígida. Un par de técnicos, chavales jóvenes recién salido de alguna universidad o escuela superior; dos pilotos de helicóptero polacos, dos mecánicos también polacos y un piloto joven español de apoyo que se comunica con ellos en inglés. Los currantes del retén son todos hurdanos.
Al principio, los técnicos (esos jovenzuelos que se supone que son nuestros jefes) me plantean la idea de dormir donde lo hacen ellos, en un edificio cedido por la administración. Al día siguiente, me cuentan que la gente del pueblo ha protestado (el cuento va de que ellos siempre han cubierto los puestos de trabajo estivales y este año ha venido un tío de Cáceres a quitarles el trabajo) firmemente ante la idea de favorecer la llegada de gente de fuera y que no puede ser. Yo, entonces, maldecí a los cabrones necios de los pueblos (actúan así). Meses atrás vi la oferta de trabajo en ICONA en el periódico. El caso es que este año pedían BUP para dos puestos de emisoristas. Años atrás, los del pueblo habían cubierto esos puestos, no entiendo muy bien por qué nadie se ha interesado en ello, quizá porque no se le da la publicidad necesaria, pero este año vete tú a buscar a alguien por aquí que haya acabado el bachillerato y que se quede para estas labores en verano: difícil; así es que no se entiende muy de qué se quejan. Ahora creo que los técnicos me mintieron, que ellos mismos desecharon la idea de que yo fuera a dormir en su desolada vivienda provisional (o quizás sus técnicos superiores de los múltiples o del ministerio), y que se inventaron la excusa de que protestaron los del pueblo. El caso es que yo estaba allí, mi niña de un añito y mi recién estrenada esposa (nunca fui consciente de esto) me esperaba en el pueblo, llegaba y me iba con mi coche (propio), no iba a dar palo al agua en la base (aunque eso aún no lo sabía) y no me importaba dónde dormir una semana; porque trabajaba una semana y descansaba otra (en la que trabajaba el otro emisorista).
Con los "bomberos" montaraces no me iba a entender en casi nada, con los dos jóvenes técnicos y sus aires de ingeniero tampoco, con el piloto español, un chulito don juan pijo y soberbio, mucho menos; pero con los pilotos y mecánicos polacos sí, sobre todo con uno de ellos.
El mes de julio empezó muy tranquilo. El aparato de medir la velocidad del viento, los planos, la emisora, los puestos de vigilancia diseminados por el terreno alrededor (que anunciaban el tiempo cada unas cuantas horas) y la emisora, preparada para recibir la orden de ayuda en cualquier punto a no sé cuántos quilómetros a la redonda (bastantes, porque el área de influencia llegaba a Plasencia, a unos ... quilómetros de allí). Estaba el pequeño y profundo embalse de agua donde el helicóptero cargaba su enorme cesta) y el rey de la base, la fiera: el enorme helicóptero ruso que había legado de algún punto de Europa y que a finales de septiembre se marcharía a El Cairo.   
Empezaba la función. Pronto las horas fueron amables, muy calurosas, un encuentro, un verano muy distinto a los pasados. 
  



SEPTIEMBRE



30
El día uno de octubre se acabó el trabajo de emisorista para Pablo Camuñas Recio. 
Volvió a Cilleros. 


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